Mi cabeza identifica el primer sábado de octubre como la fecha en la que el otoño entra cada año oficialmente en nuestras vidas.
Nada de la vuelta al cole, el momento en el que cambias sandalia por zapato cerrado, o en el que apetece por primera vez echarse a los hombros un jersey gordito.
Ni antes, ni después. Haga frío o diluvie, sudemos a borbotones o nos insolemos.
EL OTOÑO LLEGA A NUESTRAS VIDAS EN ESE PRECISO INSTANTE.
El instante en el que se avecina la cita familiar anual con las almendras y nueces. La fecha marcada desde siempre en el calendario para la tradicional cosecha de la que, ya casi va a hacer un año, os hablé aquí.
Es llegar al punto de encuentro y ocres, amarillos, marrones y aun verdes ayudan en este tránsito mental de estaciones. Olor a tierra, a veces húmeda. El recuerdo de nuestros abuelos años antes, igual que nosotros ahora, trabajando.
Hermanos, primos, tíos, hijos y nietos nos enfundamos los guantes de trabajo, extendemos redes, vareamos con orgullo, para más tarde echamos a la sombra y meternos una comilona que tan bien sabe en el campo.
Y la verdad es que acabas reventado...pero merece la pena
ResponderEliminarOhhh yeaaaa mi guapo cosechador.
EliminarQué bonitos son los días de campo.
ResponderEliminarSaludos desde www.inatrendytown.blogspot.com
Siii y ayudan a desconectar un monton!!
EliminarQué tradición más bonita... no admitís invitaciones?
ResponderEliminarPor cierto, ¿dónde está esta maravilla?
Pues claro, toda ayuda se agradece. Los niños son bienvenidos :)).
EliminarEsta en Casas de San Galindo en Guadalajara.