Hace ya bastantes días una gran amiga y yo cumplimos con
algo que semanas antes habíamos planeado con ilusión. Típico plan de chicas que
reservas para hacer la una con la otra y con nadie más.
Después de pasar por el Metropolitan, el British Museum, el
Hermitage y el Kremlin, por fín había llegado el turno del Thyssen. Cartier había reunido más de 420 espectaculares
piezas de joyería de su propia colección
y de particulares diseñadas y fabricadas desde sus orígenes, 165 años atrás.
Joyas especialmente creadas para casas reales europeas, grandes estrellas de
Hollywood y para acaudalados personajes con inusuales gustos. Grace Kelly,
Elisabeth Taylor, María Félix, Coco Chanel … NO PODÍAMOS PERDÉRNOSLO.
Una intensa oscuridad nos invadió desde la entrada de la
primera sala hasta la última, a ratos rota por potentes focos que daban absoluto protagonismo
a cada pieza, como si se trataran de pequeñas apariciones en una negra cueva.
La atracción nace, y como abeja te acercas al polen. Con la
nariz pegada al cristal de la vitrina, observas muy de cerca. La atracción
crece y crece al examinar los detalles, el brillo, la pureza de las piedras,
sus tallas, el magnífico diseño. Abres la boca de asombro y de repente te
conviertes en urraca, la belleza te ciega. Más allá del gusto por el lujo, aquí
prima otra cosa, el arte.
La vitrina de las coronas y tiaras es abrumadora. Oro y
diamantes que recuerdan a antiguas fotos de enlaces reales, pero entre todas
nos fijamos en dos piezas, que debido a
su color, nos llaman la atención sobre el resto: una, plena de aguamarinas y
otra, de citrinos. A mi amiga le conquistó una banda rígida para lucir sobre la frente a
modo años 20.
A continuación un sin fin de emblemáticos animales, objetos
preciosos como espejitos, pitilleras, boquillas, anteojos, bolsos, relojes, bomboneras
y diseños con inspiración egipcia, china e india…
…Y entonces todo terminó, y salimos de esa somnolienta oscuridad queriendo y
creyendo haber sido en otra vida refinadas damas, que enjoyadas y enfundadas en
sus mejores galas acudían a recepciones, a espectáculos y a cenas en el corazón de Europa…